martes, 30 de marzo de 2010

3 Antología personal 3

Ya que, por Semana Santa la Marisol y el menda tenemos la costumbre de largarnos bien a Asturias bien a Ayamonte -en este caso toca Isla Canela- y puede que hasta la vuelta no actualice esta hojita virtual, voy a poner uno de esos poemas que tienen que estar no sólo en cada casa, sino en cada cuerpo que bien se precie. Lo escribió un muchacho llamado Catulo hace la retorta de años y se lo dedicó a su moza, y seguro que lo que cuenta debe ser verdad de la buena. Como no me gustan las muchas traducciones que hay por ahí, me lo he traducido yo, un poco por libre, pero sin dañar la esencia del poema, pero eso sí, en contados y perfectos endecasílabos blancos. Se lo voy a dedicar -y espero no olvidar a nadie a: Claudio y Carmen, Antonia y Estrella, Elisa y Alfonso, Alicia y Sulle, Enrique y Juan, Ángela y O Lobo, Antonio y su señora, que nunca me acuerdo cómo se llama, perdón, y a Jelen, Ignacio, Javier, Miguel, Marga, Carmen, Deborah, Esther, Javier, José Miguel, Loren, María José, María, Mariana, Martín, Rodrigo, Ana, Marian, Oscar, Pablo, Alberto y Livia, Amara, Celia, Águeda, Cristina, Marisol, Pilar, La O, Concha, Elena, Eva, Jesús, José Luis, Marta y Rafael (y a sus cónyuges, compañeros, amigas, etc) y, por supuesto a Marisol. Si vales, bene est, ego valeo.

Catulo
Vivamus, mea Lesbia.

Viuamus, mea Lesbia, atque amemus,
rumoresque senum seueriorum
omnes unius aestimemus assis.
Soles occidere et redire possunt:
nobis, cum semel occidit breuis lux,
nox est perpetua una dormienda.
Da mi basia mille, deinde centum,
dein mille altera, dein secunda centum,
deinde usque altera mille, deinde centum.
Dein, cum milia multa fecerimus,
conturbabimus illa, ne sciamus,
aut nequis malus inuidere possit,
cum tantum sciat esse basiorum.



Vivamos, amor mío. Aún más, amemos.
Que los viejos se callen, sus palabras
no valen ni un mal euro todas juntas.
El sol sale y se pone, que a nosotros
nos importe muy poco su luz breve
mientras la noche entera celebremos.
Ahora dame mil besos, cien más tarde,
luego otros mil, de nuevo un centenar,
mil otra vez, y luego otra centena.
Después, cuando sumemos muchos miles
y perdamos la cuenta alegremente,
que el envidioso nunca sepa cuántos
sumamos al total de nuestros besos.

(trad. de Jesús Urceloy)

3 comentarios:

  1. ¡Muchas gracias, profe! Jo, estás exultante, me alegro. Me he sentido un poco culpable porque este libro tuyo lo tengo yo, espero que la traducción fuera por amor al arte y no porque no lo encontraras... No nos veremos esta tarde, espero que lo paséis genial Marisol y tú allá donde vayáls. ¡Mil besos!

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  2. ¡Jo, qué pena que sea de Catulo!
    Tuyo, tendría que haber sido, tuyo.
    No sé si la traducción ha sido muy a tu modo pero el poema ha quedado muy bien.
    ¡Muacas!

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  3. Por una casualidad pasaba por aquí y me detuve gratamente sorprendido ante la calidad y el buen humor que deslumbra por todas las líneas y entrelíneas de este cuaderno.
    Al leer esta entrada recordé que, hace ya tiempo, me atreví a trucar osadamente este poema de Catulo en un soneto.
    Aunque tengo el blog en cuarentena y sólo abierto a lecturas despistadas te dejo este enlace a título de mera curiosidad:
    http://nomequedo.blogspot.com/2006/07/los-besos-de-catulo.html
    Una agradabilísima sorpresa esta excursión por tus letras y esta parada mientras iba marcha atrás en el tiempo.
    Seguiré leyéndote.

    Un abrazo.

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