Arturo razona sobre un tema anónimo oriental
“No confundas, jinete, el galopar del caballo
con los latidos de tu corazón”
Anónimo
Acusado por ciertos caballeros
de alguna negligencia, de asistir
poco a las justas, de no renovar
las leyes en la Tabla, repetirme
en los discursos, y lo que es peor,
con los mismos ejemplos, o contar
los mismos chistes en todas las fiestas,
de no promocionar en otros reinos
la cortesía de los esforzados
o la destreza de los más valientes,
según me dicen hacen los monarcas
de allende mis fronteras, que he llegado
al extremo impensable de pedir
perdón por cada vaso que se rompe,
según algunas damas llorar mucho
y asumir como propia mi vergüenza,
convicto y desarmado compadezco
ante este tribunal. Y por primera
vez en mi vida me declaro triste,
torpe, inservible, inútil e inocente.
En mi descargo añadiré ante aquellos
que me juzgan ahora, la alegría,
la humildad y la fama y el amor,
que Camelot honró bajo mi nombre.
Y que muy lejos
de aceptar veredictos me pronuncio
en rebeldía y ser
exactamente igual, hora tras hora,
a como he sido siempre. A fin de cuentas
estas voces deudoras con el tiempo
tienden a enmascararse en el olvido.
Aunque sus versos se confundan hoy
con los latidos de mi corazón.
Buen poema. La de poetas buenos que hay por ahí pasando desapercibidos, y la de impresentables que no hacen más que salir dándoselas de quevedos... Qué pena, señor, qué pena.
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