miércoles, 7 de abril de 2010

1 Antología personal 4

En la sana razón de esta antología y haciendo revisión de papeles he encontrado este poema de Vicent Terrida, que fue alumno mío por los años en que fui profe en la universidad, e inseparable amigo entonces de Antonio Rómar, con quien no sólo compartía pupitre, sino juegas y buenas lecturas. Como el contacto nunca se rompió le he pedido permiso para publicarlo, y aunque me dice que está ahora mismo preparando su primer libro y hasta ahora no ha querido adelantar nada de él, le parece esta ocasión excelente, lo que honra mi pobre página. También me dice que publique esta versión, que está corregida sobre el original que tengo, y que me parece excelente. Gracias, Vicent, y a ver si un día de estos te atreves a dejar por unas horas esa Valencia que tanto amas y de la que nunca sales, y te vienes a Madrid, con ese corazón tan tuyo y lleno de abrazos.

Vicent Terrida

Arturo razona sobre un tema anónimo oriental


No confundas, jinete, el galopar del caballo

con los latidos de tu corazón”

Anónimo


Acusado por ciertos caballeros

de alguna negligencia, de asistir

poco a las justas, de no renovar

las leyes en la Tabla, repetirme

en los discursos, y lo que es peor,

con los mismos ejemplos, o contar

los mismos chistes en todas las fiestas,

de no promocionar en otros reinos

la cortesía de los esforzados

o la destreza de los más valientes,

según me dicen hacen los monarcas

de allende mis fronteras, que he llegado

al extremo impensable de pedir

perdón por cada vaso que se rompe,

según algunas damas llorar mucho

y asumir como propia mi vergüenza,

convicto y desarmado compadezco

ante este tribunal. Y por primera

vez en mi vida me declaro triste,

torpe, inservible, inútil e inocente.

En mi descargo añadiré ante aquellos

que me juzgan ahora, la alegría,

la humildad y la fama y el amor,

que Camelot honró bajo mi nombre.

Y que muy lejos

de aceptar veredictos me pronuncio

en rebeldía y ser

exactamente igual, hora tras hora,

a como he sido siempre. A fin de cuentas

estas voces deudoras con el tiempo

tienden a enmascararse en el olvido.

Aunque sus versos se confundan hoy

con los latidos de mi corazón.

1 comentarios:

  1. Buen poema. La de poetas buenos que hay por ahí pasando desapercibidos, y la de impresentables que no hacen más que salir dándoselas de quevedos... Qué pena, señor, qué pena.

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