domingo, 11 de abril de 2010

0 Algunos poemas casi tristes 16

El siguiente poema apareció publicado en mi libro "El libro de los Salmos" allá por 1997. Por entonces, influido por e. e. cummings y otros autores, no le puse puntuación. La variante con el que ahora transcribo es que le he puesto las comas, los puntos, etc.


Salmo 18 (Los libros)


Se sabe de los libros,
cuando la tarde es breve y la luz pasa
vertical, que se leen con dulzura
como si de un tratado,
una alianza de paz, un beso inoportuno
fueran: mano y libro un hombre
y otro hombre que nos mira, al que miramos.

Se dice que responden
a una llamada ingenua o imperiosa,
que gustan con el trato, pero
no agitan las palabras, ni se ponen
a brincar al sonido de las llaves
en la puerta: que de vez en vez
abandonan la casa para nunca
más, en los brazos de otros hombres,
que no alborotan, que no son, que nunca sufren.

Hay manos en las noches,
como cortinas y encajes de un sexo
distraído, que buscan en sus páginas
restos de algún adiós: se sabe
de los libros que se dejan
besar, tocar, amar como los cuerpos,
que son cuerpos -me dicen- de otros hombres,
que definen su sexo según sea
el lector y la historia y su contorno.

Me digo que no sé qué son los libros:
hablo para mi muerte y mis amigos
muertos: pido al viejo
hacedor de las cosas
el milagro de vernos reunidos
otra vez: en un carro,
en una cripta, en un baúl, en una hoguera.

Que una mano inexperta o imperiosa
nos pida la palabra, y así hagamos
un nuevo contertulio: nos describa
su rostro y le miremos y nos lea.



Jesús Urceloy

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