La biblioteca amada
para Marisol
A veces, al buscarte entre los libros
que pueblan esta casa, no te encuentro:
miro entre los estantes una vez
y otra más. Un millón. Hasta me aburro
de mi torpe memoria. Desde el lado
misterioso y sensual de aquel espejo
que hay junto a la entrada, veo a un tipo
igual que yo, que se sonríe. Él guarda
el secreto rincón donde te esconde
de mi búsqueda loca y sin objeto.
Sin embargo sucede que unos días
después llegas a casa, y cuando busco
ya estás aquí. Rebosa cada cuarto
con tu sonrisa abierta, y el sujeto
ese que vive al otro lado pone
cara de circuntancias si le miro.
(Pero es buena persona, me recuerda
alguien que ya conozco vagamente.
Tendré que investigarlo). Tú me llamas
desde un estante, y en silencio indago
el lugar de tu voz. Te veo. Caminan
mis manos por tu piel, abro tus páginas
y me sumerjo en ti. Y cada lunes
finjo que te has marchado y no te encuentro.
urceloy / 2010
lunes, 26 de abril de 2010
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Gracias por dedicarme un poema tan bello, Jesús. Me gusta mucho.
ResponderEliminarOye, ¿por qué no matas al del espejo?
No, no, matar no. Mejor lo coses, hilo a hilo, a la alfombra que hay debajo de tu silla de ordenador.A ver qué hace.
Muchos besos, guapetón.