viernes, 15 de enero de 2010

2 Claudio Carrillo

Ayer soñé con Claudio.

Fue uno de esos sueños sensatos y serenos que no suceden nunca cuando las habitaciones están llenas de puertas y el calambre del viento juega con la cola de un pez, abisal o no, en las ferreterías al uso. A tales apariencias, y en vista de mi solicitud, se presentó el sueño lleno de nieve. Una nieve llena de viento sensato y sereno, ya lo he dicho, que rodeaba a Claudio, en mitad de la vastedad de un horizonte blanco, con la misma pose del Almirante Nelson en Trafalgar Square, sólo que con menos altura de atalaya y una gabardina negra de piel. Todo él galanura y apuesto, como si esperase recibir una cohorte de embajadoras suecas y odaliscas mauritanas en taparrabos –ambas, es decir todas- y corriente de su embajada les motejase en perfecto caló: -Por aquí, señoras.

Soñé con Claudio y me dije bendito seas Jesús por tenerle tan cerca, tan madera y tan lija, tan sorteado y tan limpio, pues su arboladura es la del bergantín de a diez cañones por banda, a toda vela contramaestre, que esto es una galerna y nada más. Soñé con Claudio y le supe ver esa carita de niño que se ha hecho a fuerza de comerse pedradas y lágrimas de tapia y suburbio. De esas lágrimas que se desayunan para adentro y conducen desde la melancolía hasta una carretera asturiana, con perro, cayado y helicóptero, y un libro blanco a punto de llenarse de esquirlas y mojaduras, cervezas y una fuente encontrada entre las piedras donde el Rioja mana a voluntad y el oso te trae bocatas de salchichón.

(Claudio es el mástil que, consciente de su pecio, se niega erre que erre a hundirse, y permanece en el horizonte de la mar muy alto, bandera al viento con carita de niño pobre, y un balón de reglamento en el regazo: así me tenga que pasar dos horas dando balonazos a una pared que no volvéis a tocarme la pelota, marrulleros, que lo de caballero no se aprende, se trae ya mamado de casa).

Ayer soñé con Claudio en mitad de una ventisca en el Polo Norte, y entonces pasaba una expedición de noruegos y le preguntaban por el sol de Andalucía, se sacaba una botella del pecho y sin mirar, como esos actores que a fuerza de saberse el papel han terminado por escribir ellos la obra, les dice: ¿Han leído a Cavafis? Yo tampoco. Y les deja con un palmo de narices y una guía de Extremadura, para que se anden listos, no te jode. Soñé con Claudio con la sonrisa muy abierta, comiéndose el frío de las noches en la azotea, esos extraños veranillos de Carabanchel, buscando la estrella Polar y gastándole bromas a su sombra sobre la conveniencia de barajar el póquer con las cartas boca arriba.

No pude despertar más feliz.


Jesús Urceloy / enero de 2010

2 comentarios:

  1. Claudio
    héroe de neoplasia.
    Neoplasia significa cáncer. Fuiste tan bruto al permitir
    que te oyera un poema a tu desgracia,
    aunque todos le hagamos
    poemas a nuestras desgracias.
    Recien vertida a vuestro mundo pararlelo, les he visto a todos amarte y me conmueve la brutalidad con la que lo hacéis: lo de acompañaros para lo bueno y para lo bueno: sobrevivir.
    Nos merecemos las palabras hermosísimas del (maestro)amigo. Y mucho más
    lo que no son palabras.

    Disculpad, Urce, Claudio,todos, que entre tan a saco en vuestras cosas, pero es que es tan infrecuente lo vuestro que no queda más remedio que tirarse de cabeza.

    ResponderEliminar
  2. A ver, Morticia. No te líes, que luego pasa lo que pasa. (o lo que no pasa, que es peor)

    En primer lugar. No es cierto que todos hagamos poemas a nuestras desgracias. Hay mucha gente en el taller que todavía no te ha escrito a ti ningún poema.

    En segundo lugar, querer a Claudio es una chorrada. Lo difícil es no quererle. ¡Eso sí que tiene mérito! Fíjate si será fácil quererle que hasta yo le quiero.

    Tercero: eso del mundo "pararlelo" no sé si tomarlo como ofensa personal.

    Cuarto. Que el Urce escriba bien también es fácil. Justamente se dedica a eso: a escribir bien y a que los demás aprendamos a hacerlo. Lo meritorio en el Urce es que fuera campeona olímpica de salto con pértiga.

    Cuarto. Es cierto que somos bruscos en algunas de nuestras conductas, pero de eso a amarnos con brutalidad...¡ya quisiéramos! ¿Os imagináis el ruido de los zarpazos, el fragor de los rugidos, el sordo desgarro de las carnes, los gemidos de dolor y de placer?

    __¿Qué es eso? -preguntarían en Fuentetaja.

    __ Nada. Los de poesía, que se están amando brutalmente

    Y, finalmente, que todos y todas celebramos que te hayas lanzado sobre nuestras cosas, pero, ¡hombre!, mira que "tirarte de cabeza". ¿No se te ha ocurrido que otras partes de tu estimada anatomía hubieran servido con la misma, o mayor, eficacia a tan deseable objetivo?
    Reciba usted el más brutal de nuestros besos allí do más le plazca.
    Sulleiro III, O Coitadiño.

    ResponderEliminar

 

Urceloy - Literatura, música y sombreros Copyright © 2011 - |- Template created by O Pregador - |- Powered by Blogger Templates