De todas las obritas esta es la única que recrea un caso real. Narra una historia que mi tío Trifón contaba de su hermano Bartolomé, que la conoció por boca de su protagonista, hacia finales del 36, cuando fue redactor del Diario de Ávila y en España pasaba lo que pasaba. El tío Bartolomé tenía carnet de la CNT y cuando le tocó ser interrogado sustituyeron las hostias por aceite de ricino, que deja menos marcas. Del resto de la historia sé muy poco y no me apetece nada recordar.
18. Un caso real
A quienes corresponda
La secretaria / El torturador / El detenido
Bajo una lámpara de foco que cuelga del techo un hombre fornido, con la camisa arremangada golpea a otro, que está sentado y atado en una silla. El que golpea lo hace con parsimonia y sabiduría, procurando que los golpes hagan daño al detenido, pero no al extremo de que se desmaye. El preso está hecho un puro guiñapo y manchas rojas salpican su camisa. Se deben escuchar bien los golpes y los gemidos.Pasan unos minutos. Escuchamos una puerta abrirse y aparece una secretaria, vestida de funcionaria, con un cartapacio.
La secretaria: ¿Ricardo Esteban?
No espera a que el torturador responda. Saca del cartapacio un sobre y se lo entrega. Señalando un punto de la carpeta dice:
La secretaria: Firme aquí.
El torturador busca entre sus ropas un bolígrafo, que no encuentra. La secretaria con un gesto le indica que ella tampoco tiene. Ambos están nerviosos. El detenido, que ha contemplado la escena, carraspea y dice:
El detenido: Yo tengo un bolígrafo. Aquí, en la camisa.
El torturador: (Tomándolo, con alivio y sincero agradecimiento.) Muchas gracias.
Firma el documento. La secretaria se va, la puerta se cierra. El torturador rasga el sobre, extrae un papel y lo lee. Esboza una gran sonrisa. Incluso ríe con sinceridad. Tras volver a colocar el bolígrafo en la camisa del detenido, se dirige a éste.
El torturador: Un poquito más y terminamos.
Sigue la paliza un par de minutos. Luego se hace oscuro.
A quienes corresponda
La secretaria / El torturador / El detenido
Bajo una lámpara de foco que cuelga del techo un hombre fornido, con la camisa arremangada golpea a otro, que está sentado y atado en una silla. El que golpea lo hace con parsimonia y sabiduría, procurando que los golpes hagan daño al detenido, pero no al extremo de que se desmaye. El preso está hecho un puro guiñapo y manchas rojas salpican su camisa. Se deben escuchar bien los golpes y los gemidos.Pasan unos minutos. Escuchamos una puerta abrirse y aparece una secretaria, vestida de funcionaria, con un cartapacio.
La secretaria: ¿Ricardo Esteban?
No espera a que el torturador responda. Saca del cartapacio un sobre y se lo entrega. Señalando un punto de la carpeta dice:
La secretaria: Firme aquí.
El torturador busca entre sus ropas un bolígrafo, que no encuentra. La secretaria con un gesto le indica que ella tampoco tiene. Ambos están nerviosos. El detenido, que ha contemplado la escena, carraspea y dice:
El detenido: Yo tengo un bolígrafo. Aquí, en la camisa.
El torturador: (Tomándolo, con alivio y sincero agradecimiento.) Muchas gracias.
Firma el documento. La secretaria se va, la puerta se cierra. El torturador rasga el sobre, extrae un papel y lo lee. Esboza una gran sonrisa. Incluso ríe con sinceridad. Tras volver a colocar el bolígrafo en la camisa del detenido, se dirige a éste.
El torturador: Un poquito más y terminamos.
Sigue la paliza un par de minutos. Luego se hace oscuro.
La cruda realidad... Una situación desconcertante; no absurda, no del todo; el espectador espera impaciente la resolución...
ResponderEliminar¿Por qué no darle cuerda?
Querido Julio. Todas las obritas funcionan como un poema. Es decir que cada cosa está en su sitio. Pero intentando qwue no se note mucho la maquinaria. El truco es que parecen separadas pero en todas hay un hilo, a veces muy sutil, que las va encadenando. Es una de las razones del mucho trabajo que me cuesta escribirlas.
ResponderEliminarEsta, por ejemplo, que es la nº 18, anuncia al espectador que la obra -la grande, la que enmarca a todas- esta a punto de acabarse. Que quedan ya pocas hostias. Y que va a ser un final inesperado, porque llega ya la luz que ilumina toda sombra, tanta oscuridad.
Gracias, Julio -y a los demás lectores- potr aguantarme tanto. Y a ver si es verdad que nos vemos pronto. Un saludote.
Urce