martes, 21 de abril de 2009

4 Pornomanía del yo 3

Con el paso del tiempo y tarde, como siempre, me voy dando cuenta de los índices de mi fracaso. Mi buen amigo José Luis Morante tenía razón. Dijo y si no lo dijo me vale por igual el comentario, que soy un poeta “divertido y que hago sonetos” , y que eso me granjea no ser tomado nunca en serio, no figurar en las antologías, no figurar en las listas, no ser invitado a los congresos. Desde aquí me humillo ante esas palabras. Y fundamentalmente porque yo mismo avalo, y sigo avalando, dada mi forma de ser, que se piense de esa manera.

La verdad es que en mi obra poética no he publicado más de nueve o diez sonetos, y de entre ella, incluidos estos, no creo que lleguen a cinco los poemas per sé divertidos. Es más, me considero un poeta bastante serio, con un sentimiento más hacia lo trágico que a lo elegíaco, que tiendo al conocimiento de las cosas, a la experiencia de la vida, al dolor, pero siempre con un pequeño madero de salvación al alcance de la mano: la alegría necesaria de entregarse, de darse como salvación. Sin embargo no soy capaz de vender esta realidad y en público suelo ofrecer un carácter distendido y alegre, y no falta recital, congreso o tertulia en que no acabe recitando de memoria textos de índole jocosa –la mayoría de otros autores- que me son muy aplaudidos y vitoreados.

No me doy cuenta que precisamente en esos finales es dónde uno se juega realmente el tipo: que lo que se recuerda de uno es eso, esos finales de fiesta y por mucho que repita que no, que eso es otra cosa, que esa es mi parte actoral y no poética, al final todo el mundo regresa a sus soledades pensando en lo muy gracioso, en qué sonetos tan divertidos hace el Urceloy. En lo poco serio que soy. Y como tengo una voz buena, y conozco algunas de las claves del buen recitado, la cosa se afirma y contribuye a afianzar ese sentimiento ajeno.

Aprendí la escritura de la poesía desde lo clásico a lo moderno. Supe escribir madrigales y romances, silvas y endecasílabos, sonetos, antes de atreverme al verso libre, a la prosa poética y al versículo. El haber estudiado de esta manera, que es muy difícil en estos tiempos, me llevó a quemar mi obra escrita anterior a los treinta años, plagada de ritmos, de ejercicios sonoros y de figuras literarias. Se entenderá que es muy sencillo para mi escribir un soneto en cinco minutos, al modelo clásico, que a poco que lea cualquier poema de cualquier poeta me sea de una sencillez extrema imitarle y que alguna vez me haya prestado a ese juego en cafeterías y conventillos. Esto, evidentemente, tampoco ha hablado de mi poética a favor. Tal vez por esa facilidad escribo cada vez menos, cada vez mucho menos.

Soy el labrador de mi fracaso. Y a pesar de que algunos amigos me valoran en la medida que yo quisiera, sospecho que también en ellos existe y no les culpo, ese sentimiento que cada día me hace un poco más triste.

Basta. Por ahora basta, basta. Se ve que tengo hoy la noche torcida.

4 comentarios:

  1. Jamás. “El labrador de mi fracaso” jamás.


    El hombre que quemó su obra una noche de invierno regresó a sí mismo, porque sólo de esa forma uno puede ser célula.

    Célula que camina desde la raíz hasta las hojas, conociéndose y conociendo el dolor del mundo: la ruta necesaria.


    Quien recuerde sólo tus poemas jocosos y divertidos es que entonces tiene grandes lagunas de tu obra. ¿Acaso no hay dolor, herida, luz violenta, nostalgia, sueño, deseo, amor, pérdida, muerte y duelo en “El libro de los salmos”, “La profesión de Judas”, “Berenice” y “Diciembre”? Tu obra publicada corrobora la naturaleza de tu alma, su enjundia, su profundidad. Tus poemas tachados como divertidos han de ser meras anécdotas en el inmenso campo de tu producción; amables paréntesis para digerir tus poemas serios y trascendentales. Éstos son los que a mí más me gustan, y no hace falta que te lo diga, tú ya lo sabes de sobra, porque soy seria y me identifico más con esos versos tuyos, esos salmos, esas casas del poeta, esos torrentes versiculares que dejan sin aliento.

    Ahí reside Urceloy, Urceluz, el poeta.

    Y en cuanto a que escribes cada vez menos, piensa que los campos necesitan también su período de barbecho. Y luego la cosecha es fantástica. Fantástica.

    ¡Ale! Un beso.

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  2. Pues si la cosa es llorar con un buen poema... no sé si recordarás, pero... yo lloré con uno tuyo delante de tus narices. Y es que tú eres bueno en lo que te pongas, y en lo que no te pongas, porque tu "buenura" es innata.
    - Ju, espero que si hacéis examen final, ésto me suba la nota, jejé-
    Un besote
    Marisa

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  3. Lo que hay es mucho listillo suelto por ahí. Ni caso. Si bien ser gracioso no me parece, para nada, algo negativo, desde luego tu poesía va por otros derroteros. Ánimo.

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  4. "El perro atropellado en el arcén dominical" es para desternillarse de risa, yo siempre lo digo. Más me preocupa ése estado en que te noto y que se extiende como el olor de un calcetín triste por todas partes. Qué poco se ríen algunos, cuánto hace que no lo hacemos nosotros. Espero obtener pronto esas risas pendientes y colgantes de tu generosidad.
    Abrazosos
    Lobo

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