El 4 de enero de 1912 Franz Reichelt, sastre parisino, se arroja desde el primer piso de la Torre Eiffel demostrando al mundo la utilidad de su recién inventado traje – paracaídas.
¡Fuera, apartad! -el hombre ya no es hombre-
rasga la voz la altura. Abajo, el globo,
atento ignora su gobierno: el bobo
nunca presume nada que no asombre.
Zar de los aires. ¿Servirá el intento?
Recto el corte y más recta la palabra,
el futuro dirá... ( Ahí va el invento
iluminadamente abracadabra).
Con el frío en los huesos, y en el banco
hueca la sangre, y el espacio en torno,
envidiosa la duda ayuda al salto.
Ligero hacia la luz, ya sin retorno,
torpe vuelo que grita un verso en blanco:
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urceloy / abril de 2009
http://www.youtube.com/watch?v=21TkyF4gua0
miércoles, 29 de abril de 2009
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Buenísimo, amigo, buenísimo.
ResponderEliminarUn saludo.