domingo, 20 de febrero de 2011

0 Diarios inútiles: 20 de Febrero de 2011

Volvemos de pasar el findesemana en Béjar. Nevado y frío, pero siempre el corazón caliente de Pipe Comendador que me regala un cuadro maravilloso - soy el coleccionista number uan de la obra de Luis y si no lo soy tampoco me pondré a llorar. Descuelgo el azul de los embozados que me regaló mi sevillano favorito y que pongo a la entrada de la casa y cuelgo en su lugar al recién traído. Para mi gozo, que ya me lo merezco.

Han sido unos días para descansar en un lugar que siempre me ha cargado las pilas. Un lugar de esta España donde no he nacido pero donde siempre me siento a gusto. Y con Marisol mejor. Arriba y abajo, en Candelario, en Fuentebuena, recordando y respirando y viendo, que estaban los montes llenos de blancura, y las charcas llenas de vida y los paseos fríos de esta tierra que huele a tierra y de la que me enamoré hace tanto.

Y también para curiosear un poco y preguntar en varios hoteles y restaurantes, pues mis amados alumnos están haciendo de la visita anual a Béjar un fijo en la quiniela. Corrigiendo errores de pasadas temporadas, pues de todo tiempo algo ha de aprenderse, y siempre esperando que este sea el mejor de los encuentros posibles. He traído bastante información, y a ver quién se apunta. Barajo el fin de semana del 20,21 y 22 de Mayo como fecha definitiva, ya que el 20 echarán en el teatro Cervantes la obra "El extraño viaje", sobre la película de Fernando Fernán Gómez y no estaría mal la cosa. También tengo qué mirar en qué caen las elecciones municipales no vaya a ser que pida para dar unos recitales el Convento de San Francisco -maravilloso lugar donde hasta hace nada se celebraron los encuentros literarios- gane el PP y decidan que la cultura siempre tenga un precio.

La vuelta a Madrid ha sido pasada por agua, pero sin más problemas, y nos hemos traído, además de los cariños de la gente de La casa de la Sal, Luis y Josechu, que nos han mimado como siempre, en su hotel lleno de blancuras y caballos, y olores a bergamota y mejorana, y desayunos al amor de la lumbre, los afectos siempre curativos de mi nuestro gran Comendador.

Y entonces me acuerdo de Julia, a la que cada vez veo menos, y me entran unas ganas enormes de meterme en demandas y reclamaciones, porque estoy hasta los huevos de llorar siempre por pecados que no he cometido.

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