martes, 25 de mayo de 2010

3 Algunos poemas casi tristes 19

Creo que este poema ya venía siendo necesario.


La creación del mundo
(Elegía)


cuando comenzó el aire
ya sabía contar embutir el pescado cuartear el vino
ya sabía los nombres de las cosas redes sábanas espejos
y en el nombre de Dios rezaba
apoyado en la amura de rodillas
por sus padres su novia
y un amigo de Rosas que le vino a explicar
el azar de las rayas de la mano

cuando comenzó el agua
supo de la existencia de las nubes
que cortan en rodajas los ojos del jaguar
supo de la nostalgia del insulto
cuando se ha de olvidar un cuerpo y otro
que ha de venir entre las líneas corvas
de la mano extendida

cuando surgió la tierra
desconectó su móvil dejó abiertas
la ventana que daba al jardincillo
la caja de cartón con la ropa ya usada
y sin pudor vistió su carne tibia
con el cíngulo amado y los caminos
de su mano y su astucia

cuando comenzó el fuego
libre desde la voz la patria el cristianismo
libre por la ventaja de olvidar
por su matriz inmaculada
desde la profesión del infinito
escuchó a Dios rugir entre sus manos

todo esto lo sabía
desde antes de su muerte
Julio César Navarro poeta Guadalajara
ascendió solo a los cielos pero antes
de desaparecer sopló un poco de polvo
que había entre sus manos
y creó el mundo



urceloy / mayo de 2010

lunes, 17 de mayo de 2010

4 Cuentos y baladas del viejo espacio 1

El otro día, revisando algunos cartapacios de la era de Cleón VII, el tirano más conocido de la galaxia M38p45, cuya capital curiosamente siempre estuvo en el minúsculo planeta Dorxis, encontré la siguiente historia. Y aunque me temo que pueda ser un plagio de otras miles –lo que me asegura que la literatura es pura repetición, aunque repetición entretenida- quiero aquí rescatarla:


El relato del robot grasiento

Una nave comercial de la Confederación de Antarés, que hacía la ruta Antarés – Gildeon IV, tuvo que detenerse en la estación de tránsito Apogea por un pequeño problema de sobrealimentación. Los circuitos vectoriales de magaespacio estaban al rojo vivo: nada que no pudiera arreglarse con unas horas de descanso con los motores a cero. Una vez que estacionaron la nave, sus dos tripulantes, el piloto y el maquinista, bajaron a la cantina de la estación a pasar el tiempo. Apogea es una estación de tipo 5, ni buena ni mala, sus carburantes geosólidos no son gran cosa y el servicio que dan sus androides raya con lo habitual.

Cuando llevaban unas horas descansando y se acercaba el momento de retomar la marcha, uno de los robots de protocolo, que hasta entonces había estado en silencio sobre un pequeño charco de grasa, se les acercó y les dijo:

- Mi nombre es Fix, soy un robot de protocolo de novena generación pluviana. Pertenezco a la nave Doffler, de Asínor, en la confluencia externa de Gildeon. El comandante de mi nave tuvo que dejarme aquí por problemas arancelarios con el anterior gestor de la estación. Prometió volver a buscarme cuando la dirección cambiase. De eso hace ya nueve años y no ha vuelto. Sé que mis funciones están obsoletas y que necesito una buena revisión, pero me gustaría regresar junto a los míos. Mi carga de litio enriquecido se está acabando y no sé si veré otra generación. Según les he oído hablar sé que pasan cerca de mi planeta. No les pido que me acerquen a la superficie, sin embargo, ¿podrían dejarme en su exterior? Desde allí puedo enviar un mensaje para que alguien me recoja.

El maquinista, que era hombre de gran corazón, sin pensárselo dos veces contestó que no habría ningún problema. Efectivamente, dijo, su ruta pasaba cerca y además el proceso de proximidad, frenado y retropropulsión, del que hacía meses no hacia un test exhaustivo, le serviría a las mil maravillas a la hora de, en un futuro, pasar las pruebas de puesta a punto de la nave. Sin embargo, el piloto era de otra opinión.

- No te das cuenta – le dijo al maquinista- que estos robots siempre van perdiendo grasa. Aún peor, con que sólo rozasen una de las paredes de nuestra nave, las emisiones ultravioleta de sus cerebros microgénicos podrían alterar nuestro mecanismo de proyección bilateral. Es más, nuestras relaciones comerciales con Asínor están en su peor momento. Desde que sufrieron aquel macromaremoto de fuerza seis su economía ha caído en picado y no tienen un mal tornillo con que pagar siquiera un envío de piroxita. No hacemos ningún negocio con ello. Incluso si se enteran en la Confederación seremos el hazmerreír de toda la galaxia.

El maquinista le dijo que tenía razón, pero que en el fondo no les costaba nada acercar al olvidado robot a su casa.

- Además –dijo el maquinista- si le encerramos en el hangar de la basura a gravedad cero y luego lo soltamos con una eyección simple no tiene porqué tocar ninguna pared, y la grasa que suelte permanecerá siempre a su lado.

A regañadientes el piloto aceptó. Una vez llegados a las cercanías de Asínor, el maquinista comprobó los diversos mecanismos con un resultado más que satisfactorio, abrió el hangar de la basura y eyectó con toda limpieza al viejo robot al espacio. Durante unos segundos escucharon en la radio de corto alcance una pequeña sinfonía de ruidos y ondas bien temperadas con que el robot les mostró su agradecimiento. Después se hizo el silencio y siguieron su viaje hasta Gildeon IV, donde arribaron varios días después, sin ningún percance que reseñar en el cuaderno de bitácora.

Sin embargo el piloto no había dejado en ningún momento del viaje de amonestar al maquinista por su actitud. Y nada más tomar tierra en el espaciopuerto, sin esperar siquiera a la firma de entrega de material, salió corriendo hacia el salón de convenciones, donde sabía que su jefe comercial los esperaba, para contarle con todo lujo de detalles la historia del robot y el maquinista.

El jefe comercial, que era persona de pocas palabras y de una experiencia famosa en varios miles de parsecs a la redonda esperó pacientemente a la llegada del maquinista.

- A partir de hoy –les dijo- trabajaréis por separado. El maquinista podrá elegir siempre el vuelo y la nave que desee, y tú, piloto, sólo los viajes que yo te asignaré.

- ¿Porqué? – dijo el piloto, sabiendo que aquella decisión ponía un borrón en su hoja de servicios.

- Porque el maquinista, aunque en principio no sacó para nosotros beneficio alguno, cumplió su palabra y dejó al robot en Asínor. Tú, sin embargo, aún lo llevas encima, con toda su grasa cayendo sobre ti.


Urceloy / mayo de 2010

viernes, 7 de mayo de 2010

6 Pornomanía del yo 10

Pues sí señoras y señores. Hoy cumplo 46 del ala del sombrero, y ayer un grupo de poetas de mi clase de los jueves y algún infiltrado de los martes, con esa alegría de los buenos amigos, esperaron hasta que dieran las 12 para atracarme el alma a besos y regalos. Entre ellos un sombrero que es toda una hipérbole y que anuncia a tres mil millas de distancia que ya ha llegado el Carnaval. También una almohadilla preciosa, un Panamá que habrá que ir a descambiarlo -quien se chivó de mi cabezón se pasó en el cabotaje, que tengo mucha mocha, pero no tanta- y una pluma de esas que sólo saben hacer los franceses y que me obligará a escribir algún que otro soneto lobuno y modernista.

Y hablando de sonetos, así, por lo pronto, aquellos noctámbulos se entregaron a componerme entre todos un soneto express que coloco aquí mesmo, y agradezco y no dejo de maravillarme. Gracias a todos, a todos, a todos, a todos.


Todo 7 de mayo, dice el cuento
que entre haikus y tankas, bien pausado
el verso y su cadencia, deja helado
este Urceloy al Sol, incluso al viento.

Decidle que nos rime con pimiento
y que se suba presto a ese tejado,
y que el violín le suene derrocado
con el sombrero azul del barlovento.

Dadle una estilográfica romántica
siempre con alegría, y que el bigote
rompa con su nostalgia nigromántica.

Que la luz cambie, sufra y no se note
la costumbre feliz de la semántica
y el sortilegio cruel del estrambote.

lunes, 3 de mayo de 2010

2 Antología personal 7

Probablemente el genial poeta Basho, al que se le atribuye la creación del Haiku, tenga la mejor definición de ésta siempre enigmática y bellísima modalidad estrófica: "lo que ocurre aquí ahora". Un tiempo después -el tiempo realmente no existe y nos dejamos engañar por los relojes-, Blyth dice también: "El Haiku es una nada inolvidablemente significativa". Por razones que sería muy largo contar aquí yo creo que Haikus, lo que se dice Haikus, sólo los pueden hacer los japoneses. Y cualquier cosa que hagamos los occidentales con nuestros sencillísimos idiomas no llega a la altura de una coma del más simplón de los Haikus nipones. A lo sumo lo que nosotros hacemos son simples soleás sin rima, aunque nos midan 17 sílabas. Hacemos trampa.

Uno de los más hermosos Haikus que conozco lo compuso el monje budista Taneda Santoka (1882-1940) y fue escrito en una de las variantes estróficas más difíciles, pues reduce de 17 a 13 los golpes de voz, sin quitar ni un ápice el resto de obligaciones formales y de pensamiento que requiere un buen Haiku. Lo pongo con su transcripción sonora, por si queréis disfrutar un poco más de esta insignificante eternidad. (Recordad que el español y el japones se pronuncian de manera muy parecida, y que seguimos métricas similares.)



Taneda Santoka

Akikaze aruite mo aruite mo
(A-ki-ka-zea-ru-i-te moa-ru-i-te mo)

Viento de otoño.
Da igual cuánto camine.
 

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