Bueno, amigos. Tras haberlo intentado en varias ocasiones al fin he logrado una conexión lenta pero conexión al fin y al cabo a internet. Aquí abajo os dejo lo prometido. Besos
Las intrépidas aventuras de un poeta en vacaciones (Entrega 1)
Viernes 31 de Julio
El taxista es un tío estupendo. A los diez minutos de salir dirección a la estación de Chamartín ya me ha enseñado varios artilugios que demuestran su capacidad irónica con el edil Gallardón, líder indiscutible de la verdad madrileña de la última década: una moneda con la efigie de Tutankamón –retrato probatorio de la antigüedad del alcalde-, y un espejo de dos caras con una inscripción en cada una, a saber: “No hay cambio para billetes mayores de 20 euros”y, al dorso, “No se cobra en carne”. Afortunadamente con un “je,je” concluyen sus habilidades retóricas y llegamos sanos y salvos a la estación de ferrocarril sin mayores contratiempos.
En la estación compruebo varios datos de mi capacidad viajera: Me he olvidado de pagar la factura del garaje, y eso que he cogido el taxi enfrente de la puerta del mismo; no he metido en la maleta las botas de montaña ni el bastón –absolutamente imprescindibles para caminar en Asturias- y tampoco he cogido el cargador del móvil. La factura puede esperar, las botas y el bastón vendrán vía Carlos, el eficiente hermano de Marisol, el día 6, y gracias a Antonio Rómar, que amén de ser un santo varón, se queda a cargo de mi casa; y el cargador, previo pago de 18 euritos, se puede adquirir en la tienda de telefonía de la estación. Bien.
El tren Alvia 4111 –ocupo la plaza 3C del vagón 5- sale puntual. Para en Valladolid, Palencia, León, Mieres, Oviedo y Gijón. Como bajaré en Oviedo tardará cuatro horas y media. A la altura de Palencia los tres hijos del matrimonio que ocupan los asientos delanteros, de aproximadamente 6, 8 y 12 años, comienzan a dar el coñazo a sus progenitores y a todo el vagón. Me traslado a la cafetería del convoy, donde, tras algún codazo, logro ingerir un bocadillo de jamón y queso y dos botellas de medio litro de agua con gas. Reconozco que el camarero, que tiene pinta de pijo de muestrario en prácticas, cumple bien su cometido. Leo El País, el ABC y sus suplementos. El Mundo se lo queda un señor con bigote y cara de estreñido y no lo devuelve. A la altura de Campomanes regreso a mi butaca y aguanto hasta Oviedo a los tres enanos de mierda –veo, veo, qué ves, una cosita, y qué cosita es- y al gilipuertas de su padre.
Marisolilla me espera en la estación. Son las 15:32. Comemos en un restaurante cercano. Me zampo unas fabes como Dios manda, una merluza a la sidra más que digna y de postre arroz con leche y café cortado: eso sí, sin pan, que estoy a régimen. Y tras encontrar el coche partimos a Benia de Onís, que es la patria chica de Marisol. Por el camino, en nuestro afán por adquirir unos geranios para la ventana de nuestro cuarto, descubrimos una playa interior estupenda, algo así como Guadamía, y un vivero donde, a la vuelta, pienso adquirir una planta horrorosa, feísima, de esas que cuelgan y parecen las barbas de algún eremita. La dependienta me asegura que es la mejor planta para un vago: no requiere cuidados, se cuelga de la ventana y hala, ya está, si ves que se pone algo seca la rocías con un pulverizador y punto. Cojonudo.
Llegados a Benia, siesta de cuatro horas. Después cena reconfortante y a la cama, a leer, que se nos ha roto la tele y sólo se oye. Y tragarse El coloso en llamas sólo de oreja da cierto resquemor.
Sábado 1 de Agosto
Amanece encapotado y lluvioso. A eso de las doce deja de orbayar, como llaman por aquí a la llovizna o mojabobos, y se convierte la cosa en un chaparrón que al rato deviene en tormenta y al poco el patio y las calles son puro río. Como hace un par de días también se rompieron las cañerías del baño y se forman unas goteras estupendas y la llave del agua está afuera cada vez que abrimos o cortamos el paso nos ponemos bien, pero bien. Afortunadamente hace frío y eso, quieras que no, en verano, consuela.
Por la tarde nos hacemos un viajecito a Cangas de Onís a ver si pillamos una farmacia abierta. En un alarde de eficacia se me ha terminado de caer el empaste de una muela. Dolor. El boticario ofrece paciencia y algodón. Más dolor. Vueltecita por el mercado medieval. Una tobillera para mi chica guapa, un brazalete para Julia, que no ha querido venir a Asturias, y un trozo de pizza recién hecha al horno. Mucho más dolor. Nos volvemos a Benia.
Afortunadamente Marisol ha hecho un bonito con tomate de exposición, y eso merece cualquier padecimiento. Mañana el telediario amenaza lluvia. Vaya novedad.
Domingo 2 de Agosto
Día de sol y sombra. Nubes al poco. Más nubes. Se le pone la coraza al cielo. Afortunadamente no llueve hasta pasadas las tres. Nos tiramos la mañana en el jardín leyendo, yo en voz alta, para practicar, un capítulo entero de un ensayo de Vázquez Montalbán sobre los escribas egipcios. Muy interesante. Cómo escribía el canalla.
Después nos zampamos un bacalao con patatas de premio y unas albondiguillas y unas ciruelas. Estoy por convencer a Marisol para que monte un restaurante, pero mejor no, que se jodan. Tras la siesta preceptiva de cuatro horas nos vamos al hotel del pueblo, que tienen internet gratis, pero no funciona. Nos tomamos un algo y para casita. A cenar. Y después a dormir escuchando música clásica. Vamos, que hoy nos hemos ganado el sueldo.
Lunes 3 de Agosto
Asturias es un lugar generoso en todas sus latitudes. Cuando llueve, que es lo habitual, se empapa hasta el canario, pero cuando sale el sol todo se inunda de colores y dan ganas de asomarse a la ventana y pegar un buen berrido de lo espléndido que es todo. A las 11 y media nos vamos al spá del hotel que se han montado unos de Lanzarote en el centro de Benia, donde nos vamos a meter entre pecho y espalda dos horitas de circuito termal. Bajas a unas catacumbas que son el mismo decorado de El planeta de los simios, y te encuentras duchas frías, calientes, piscinas templadas, otra con chorros diversos que te meten a presión burbujitas y corrientes hasta en el último rincón, sauna, ducha escocesa, baño turco y una zona especial con un pilón casi a oscuras con aguas del Mar Muerto –les debe haber costado una pasta- donde si te dejas flotas sin el menor esfuerzo. Reconozco que desde que hace unos años empezamos a ir a estos divertimentos, la verdad es que nos lo pasamos en grande.
Aunque en eso de flotar en las aguas esas, mis ciento y pico quilos han fallado estrepitosamente, provocándome la ingesta de algunos sorbos de agua absolutamente asquerosa, al final salgo arrugado como una pasa malagueña, que es a lo que habíamos venido. La sensación de relax es extraordinaria pero a medida que pasa el tiempo te da la sensación de haber subido un par de veces el Naranco a pulso.
Como nos vamos a ir a Oviedo, que está a una hora más o menos carretera adelante, a comprar una tele y a un dentista porque por el hueco de mi muela corro el riesgo de que si nos vamos a la playa mañana se me meta medio Cantábrico, decidimos comer por el camino. Lo hacemos en el Soberán, un restaurante de carretera hacia Posada, donde te sirven menús a plato fijo. Cuatro primeros, cuatro segundos, cuatros postres, a elegir uno de cada. Es uno de esos sitios de comidas a los que voy siempre. Entre otras cosas porque hacen un pote y un cabrito y un arroz con leche de los que alabaría Carvalho con un mínimo de cuatro páginas. Y todo por 10 euros. Esta vez, me he solazado con una ensalada asturiana –que es distinta a las del resto de España: más fina, y con sabor- y una carne mechada. De postre lo dicho y un café. El camino hacia Oviedo me lo pierdo sumergido en el sopor de un siestorro hasta la misma puerta del centro comercial.
El tipo de la tienda es genial, y en tres minutos salimos con una tele de oferta y una garantía de dos años. Aparcamos tras un par de vueltas por el imposible centro de Vetusta, vamos a la calle Uría, algo así como la Gran Vía en Madrid, encontramos un Vitaldent y en cuestión de minutos y sin dolor me colocan un empaste provisional sin cobrarme un céntimo. En el Teatro Campoamor van a poner la zarzuela La del manojo de rosas con un elenco bueno de verdad y la entrada más cara son 16 euros. Igualito que en el Foro. Nos vamos a la librería Cervantes y compramos una antología bilingüe de Auden, otra antología de haikus japoneses también bilingüe y con su traslación fonética y otra de Roger Wolfe, por menos de treinta euros los tres. Es más, por eso de hacer auto patria preguntamos por mis libros de poesía y resulta que los han vendido todos. No me lo puedo de creer, oiga. Tras una vuelta por el centro nos tomamos un chocolate con churros que nos sienta como un tiro –demasiado grasientos- y salimos en pos de una farmacia para acabar con el suministro vetustil de Almax Forte. Algo malo tenía que pasarnos en Oviedo, coño. Es imposible tanta perfección.
En el coche, de regreso, constatamos una constante curiosa producto de una observación minuciosa de los ovetenses y las zapaterías: muy pocos de los oriundos masculinos calzan sandalias en verano. ¿La selección natural les ha puesto pezuñas? ¿Son poseedores del record mundial de juanetes gordos? Misterio. Mañana, si hace sol, en la playa me fijaré por si se trata de una especialidad vetustina o una generalidad asturiana.
Nos ponemos la tele, ya en casa, y prácticamente –sin cenar siquiera- nos quedamos sobaos ante su poder hipnótico. A las tres de la mañana, tras un ímprobo esfuerzo, logro abrir un ojo, pulsar el botón de apagado y convencer a mi chica guapa que arriba, en la cama, se está mejor.
Martes 4 de Agosto
Lo malo de tener tele en casa es que por la mañana, en vez de despertarte con sinfonías lo haces con anuncios. Lo malo de Asturias –sobre todo los días de sol- es que ves lo que hay a tu alrededor: o mares o montañas, y claro, siempre hay alguien que dice de ir a un sitio o a otro. Hoy tocó playa.
Los que somos vagos, no es que odiemos las playas o las montañas, sino que nos hagan movernos más de cien metros de nuestros reales. Ya lo explicaré otro día, lo prometo. Me extendería lo suficiente para hacer un pequeño ensayo. Y no es plan para este diario. El caso es que tocó playa y yo, como siempre, intenté disimular lo mejor que pude, porque tampoco es plan aguar la fiesta al que disfruta con ello, y la buena de Marisol, que le gusta la cosa del mar, no se merece que un papanatas como aquí el menda le churrusque la ensaimada. Voy, me adapto a lo que puedo e intento sumergirme en un papel más que secundario de atrezzo. Ella sabe muy bien lo poco que me gustan estas movidas y lo pasa también algo mal porque participo poco y porque ve que con el tiempo no cambio.
Volvimos a Benia, pasando por carreteras secundarias y pueblos montañeses, verdes valles, laderas ubérrimas, altos alcores, casas populares, terruño y lontananza. Cenamos una vichisuás de libro, buenísima, y nos pusimos a ver ese programa infecto para mi gusto que se llama Españoles por el mundo, donde, presentados por una sujeta pija e inculta, vemos como diversos compatriotas se han ido a diversos parajes del globo y han hecho dinero a espuertas. Yo sé de mucha gente que no les va tan de puta madre por ahí fuera, pero esos no tienen ni tendrán voto en estos programas de puro escaparate. Así que, a los diez minutos, agarré tal sopor que, entre sueños, horas después, me pareció cómo, infructuosamente, Marisol intentaba arrastrarme al lecho. A las seis de la mañana, tras un agitado sueño que mejor no descifrar, lo conseguí por mis propios medios. Nevermore, nevermore....
Miércoles 5 de Agosto
Otro día para ganarse el sueldo. Lluvia. Como nos hemos traído unos cuantos libros pues a leer. Lluvia. A veces escampa un rato. Entonces sacas la cabeza y lluvia. Decido escribir un poemario en versos limpios, prosaicos, rápidos, puntiagudos, sin mucho alambique, sobre Asturias. A ver qué sale.
Entre una cosa y la otra Sulle y Alicia hacen aparición telefónica. Están en Gijón y prometen pasarse por aquí un par de días. Resulta que eso de la lluvia y el fresquito les agrada. Nos informan que la Elenita está ejerciendo de monitora con sus cincuenta locuelos en un pueblín cercano: Mestas de Con. Supongo, dioses buenos mediantes, que haremos por vernos. Marisol les encuentra acomodo aquí al lado, en una casa rural, tras convencer a la dueña que Nana, la perrilla del Sulle y la Alicia es como su nombre indica.
Por la noche nos tragamos la peli de Expediente X, mejor dicho, me trago, porque la cuca de Marisolilla se tumba, me pone los pies en las rodillas y le hago un masajillo que la deja run run, como los gatos. Como suele pasar, a una hora indeterminada de la noche aburridamente catódica, suelo caer vencido. Despierto con el culo hecho un siete por el imposible sillón, y tararí tararí, emprendemos retirada escaleras arriba, desmochados y rotos en busca de una horizontalidad bien ganada.