Dijo el amo al esclavo:
- Póstrate, pues deseo sentarme en tu espalda y contemplar cómo amanece.
Y obedeció el esclavo. Y el amo estuvo un largo tiempo sentado, meditando y contemplando el cielo. Después dijo:
- Ve a la casa, dile al cocinero que te dé bien de comer y vuelve a tu celda, donde permanecerás de pié hasta que yo vaya a buscarte.
Y obedeció el esclavo. Y a la noche entró el amo en la celda y vio al esclavo en pie, cansado y tiritando de frío.
-Has hecho bien –dijo el amo-.Puedes echarte en tu jergón y descansar.
Y así lo hizo. Y cuando los pasos del amo dejaron de oírse aún el esclavo sonreía.
urceloy / enero de 2009
sábado, 31 de enero de 2009
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