jueves, 19 de mayo de 2011

3 ¿Aginda preblost ficunda dunda?

¡Qué risa!

Noticia 1: Resulta que un grupo de poetas en lengua española –la mayoría desconocidos (todos rabiosamente jóvenes y bellos), aunque con un “peaso” currículum de bésame no me toques- han sacado una antología de sus versos en una prestigiosa editorial. Además han hecho un manifiesto de entrada en contra de diversas poéticas hoy en boga y que ellos consideran nefastas, etc… Y lo han publicado en internet. Y claro, han levantado ampollas.

Estos últimos - los de las ampollas- ofendidos, maltratados, eximidos -o lo que sea-, han contraatacado sacando un texto vía internet y lo han difundido por el espacio cibernauta, pidiendo de unos a otros poetas que se pasen la bola y que firmen (o apoyen) este manifiesto en contra del primero, en cierta página web dispuesta ad hoc.

Paso 1: no queriendo dar la razón a los Tirios sin antes saber las culpas de los Troyanos, me dispongo a leer ambos textos, a reflexionar sobre los mismos y si fuera posible a sacar conclusiones.

Para ver el manifiesto 1:

http://www.poesiaantelaincertidumbre.com/defensa.html

para ver el manifiesto 2:

http://ernestogarcialopez.blogspot.com/2011/05/carta-abierta-en-defensa-de-la.html

Reflexión 1: Ambos textos están mal o muy mal redactados.

Reflexión 2: Como quieren decir sin decir pero diciendo, señalar sin señalar señalando, y no decirle al pan pan y al vino vino, no superan un mínimo examen de dialéctica, lo que incide bastante en su comprensión.

Reflexión 3: Se deja al sabio criterio del lector astuto – es decir que ha podido pese a lo anterior expuesto sacar algo en claro- suponer lo que quiera y opinar lo que desee siempre que esté de acuerdo con los buenos de la película.

Esto lleva a una duda y a unas preguntas subsiguientes:

Duda: Aquellos que estén de acuerdo con algunos puntos del primer manifiesto y con otros del segundo manifiesto…

Pregunta 1: ¿Serán excomulgados, olvidados, señalados – o lo que sea- por uno, otro, o ambos grupos firmantes al alimón?

Pregunta 2: ¿Se les enviará un ciber piquete informativo para aclararles las dudas?

Pregunta 3: ¿?

Conclusión: No sé qué hacer. No me basta. Necesito más datos.

Noticia 2: Escuchado por la musa de las letras (Terpsícore, por ejemplo) me llega otra información por internet la mar de interesante. Al parecer uno de los poetas que parecía estar entre los ofendidos por el primer manifiesto y firmante del segundo, se desmarca argumentando:

1 – Que uno de los que aparecen en la antología publicada es amigo suyo.

2 – Que este es la mar de interesante y que tiene todo su aprecio.

3 – Que aunque está de acuerdo con la segunda protesta, él (o ella) se ha limitado a difundir la noticia. Y punto.

Paso 2: Ergo (again):

1 - ¿Firmó o no firmó el contramanifiesto?

2 - ¿Dónde está la cámara?

3 - ¿Puede el hombre volar?

4 - ¿Hay vida en Marte?

5 - ¿Agindo preblost ficunda dunda?

En el fondo me caben una o dos reflexiones:

Reflexión A: Si no hubiera sido publicado en internet el primer manifiesto probablemente no hubiera tenido ni más ni menos incidencia en el mundo poético que cualquiera de los miles y miles de soflamas, discursos y ponencias de parecida índole que salpican las ediciones de poesía españolas desde hace unas dos o tres décadas. Es decir nada a largo plazo (largo plazo en poesía se entiende por un par de semanas).

Reflexión B: Tanto en uno como en otro grupo hay gente interesada en que su vida “poética” le siga yendo bien, independientemente de aquellos que en nuestra vida “poética” nos vaya “tirando” o “como el culo”.

Hablando (que es también una de las formas del entendimiento) ayer sobre el tema con un par de amigos poetas, de esos que malvivimos en el mundo literario como mejor podemos o sabemos, concluimos:

- Que, como ha pasado siempre, esto hará menos ruido que una huelga de poetas.

- Que los que suben siguen sin mandar el ascensor a los que esperan en la planta baja.

Ojalá nos equivoquemos.

domingo, 8 de mayo de 2011

3 Diarios inútiles: 08 de mayo de 2011

Novísimo poema de los dones

Ayer cumplí 47.
Pensé que ya los había cumplido el año pasado, pero se ve que me equivoqué.
Tengo la pierna izquierda vendada desde los dedos hasta la rodilla.
Me duele a ratos.
La infección y el trozo de piel que faltan parece que influyen en este hecho.
Mi amada piensa que estas heridas en los niños cicatrizan en seguida.
Tiene razón.
Pero acabo de cumplir 47 y me da que la costrita va a tardar en hacerse.
Voy a curarme la herida a diario.
Me hacen pupa, pero me callo como un hombrecito.
Cuando salimos me propone ir a dar una vuelta.
Tal vea sería mejor inscribirse en un curso de jotas.
Acelerado.
O en uno de saltos ad imitatio canguris.
A ver qué pasa.
Igual es que estoy disimulando y lo que no quiero es ir mañana a Cádiz a dar una conferencia sobre Borges, con María Kodama, y firmar unos ejemplares en la Feria del Libro, con unas dietas estupendas y hotel de cinco estrellas y todo.
Igual es eso.
Que cuando las cosas parecen ir bien me sale el niño mimado y le doy una patada al primer bolardo que aparece y prefiero desollarme la pierna y tirarme jodido una buena temporada antes que subir a un escenario.
Sí, debe ser eso.
Un gilipollas.
Eso es.
Lo que soy.
Un gordo gilipollas al que le jode inmensamente que le recuerden los terribles riesgos de la obesidad: como si curarse heridas fuese lo mismo que curarse el exceso de grasa.
Por favor enfermera, cúreme usted la barriga.
Por favor señorita, es sólo un momento.
No se vaya.
Y sobre todo no se enfade conmigo cuando me cabreo.
Entiéndalo, enfermera, yo no la estoy llamando puta.
Ni le estoy recomendando donde irse estas vacaciones.
Ni donde aparcar mejor.
Ni si hoy no ha jodido.
Bien.
Sólo que me parece que aún no se ha acabado el recreo y el hijodeputa de Ángel y su amigo Luis siguen dando golpes y empujones y escupitajos al gordito de Jesús y para rematar le vamos a pisar el bocadillo y luego se lo vamos a restregar por la cara al gordo cabrón y que luego en clase la señorita Pilar le de unos buenos reglazos por ir tan sucio fijáos en Angel o en Luis ellos son un ejemplo.
A seguir.
A ver si tocan ya el timbre.
Mira que están tardando.
Hoy.
Hoy más que nunca.
No suena el timbre.
Y todos me miran.
Primero el tripón.
Luego la cara.
Sin embargo se ha producido un cambio brutal en mi existencia.
Estoy de suerte.
Ahora miran la pierna.
Se está tan bien así.
Tan bien.
Muchos de vosotros no entenderéis nada.
Nada de lo que hago tiene utilidad alguna.
Nada de lo que he hecho ha servido para nada.
Y eso lo sabe muy bien mi hija.
Por eso ha sido la única persona del mundo.
La única.
Oh, sí.
(Esto es poesía)
La única que no me ha felicitado el cumpleaños.

Hay que darla tiempo me dice mi ex.
Será eso.
Tiempo.
Otros 47 años.
Venga.


jesús urceloy / 8 de mayo de 2011

viernes, 6 de mayo de 2011

0 Diarios inútiles: 05 de mayo de 2011

El día comenzó mal.

Tenía que haberme fijado en los augurios, pero me levanté animoso, así pues en viendo que mi pierna no parecía dar mucho la tabarra me dije: démonos una vuelta. El correo traía malas nuevas. Juan Antonio Mora, poeta y editor de La hamaca de lona, una de las más antiguas revistas de poesía, me envía la que dice por carta ser la última. En el tono se le nota cansado, aburrido, hastiado de todo. Abandona después de 14 años de lucha. Me produce una gran pena. No sé qué decir. Me siento en la terraza del bar junto a mi portal a leerla y tomar un café.

Al rato mi hermana me deja un mensaje en el móvil felicitándome el cumpleaños. Deben de tener tal bolingón en Sevilla con la Feria de Mayo (o de abril, según se mire) que no se ha dado cuenta que aún faltan dos días. Se lo comento al camarero mientras respondo al mensaje. El tipo me dice que felicitar antes de tiempo trae muy mala suerte. Sonrío. No será a mi.

Me levanto y en ese momento un dolor agudo me atraviesa la pierna. Subo como puedo a casa y me quito la venda. Mi pierna está hinchada y la herida no tiene buen color. En el blog mi amigo Sulle me recomienda que vea a mi médico. Me llama Marisol. Cada vez me duele más. LLamo al 016 para que me informen y me recomiendan ir a urgencias. Antes de salir de casa me limpio la herida, me adecento, me afeito, me aseo, me visto con decoro aunque con bermudas, para que los pantalones no me rocen y me voy al Clínico (o cínico, no sé). Son las 12:25.

A las 13:00 me ponen un brazalete con mi nombre y un número, tras explicar mi caso, y me dicen que espere en un cuartito donde un millón de personas se apiñan entre lamentos y cuchicheos. Aunque me ven con mi garrota de lisiado, cojeando y con la pierna vendada nadie me cede un sitio. Tras un pormenorizado estudio descubro que el bulto que habita el asiento al lado de una señora es una mochila enoooorme con un abrigo encima. Cuando le indico si está libre el asiento se levanta ofendidísima, me dice ¡Qué cara!, recoge sus cosas y se va. Todo el mundo me mira. Y mal.

A las 15:00 nignún médico me ha reconocido. Llega un guardia de seguridad y nos recuerda que en la sala sólo puede haber pacientes, que los familiares han de esperar en otra sala. Como nadie le hace ni caso el tipo empieza a preguntar quién tiene y quién no brazalete. De repente 999.990 personas, entre gritos de ¡no hay derecho¡ o ¡no tienen vergüenza¡ salen de la sala. Ahora el sitio sobra: yo que pensaba si habría descarrilado un tren...

A las 17:00 todos los pacientes menos yo han sido relevados por otros pacientes. Como tengo una clase a las 18:00 le pregunto a la chica de la recepción si van a tardar mucho. No lo sabe, pero en mi estado cree que aún tardaré. Ante mi extrañeza me contesta que como externamente no parece grave lo mío están dando paso a los que ven más urgentes, que son todos los demás. Me doy cuenta de mi torpeza, de mi estupidez. Si en vez de venir afeitado y limpio, vendado y bien vestido hubiera venido sucio, oliendo mal, con los pantalones viejos y en chanclas y con la herida de mi pierna al aire, con la mercromina mal echada y soltando pesarosos ayes... ¡Hace horas que estaría curadito! Soy un penco. A tenor de mi estulticia, humillado y vencido, me voy a casa.

Son las 18:30. Se me ocurre pasar antes por mi consultorio, por si me pueden recetar al menos algo que me alivie el dolor. La verdad es que medio llorando le cuento mi pequeño calvario a la recepcionista.Y aunque ni es mi turno ni he pedido cita previa me reciben, me asignan un doctor, me ausculta, me envían a enfermería, me vacunan del tétanos, me limpian la herida, me cuidan y me curan, en suma. Por vez primera en todo el día me siento algo reconfortado.

Cuando a las 19:40 salgo a la calle la recepcionista, que se está fumando afuera un cigarrillo, me dice: - La próxima vez que vaya a urgencias, aunque sea para que le den una receta, vaya como si se hubiera caído de un andamio. Hágame caso.

Sonreímos.

Por no llorar.

miércoles, 4 de mayo de 2011

2 Diarios inútiles: 03 de mayo de 2011

¡Ay, qué daño!

Ayer a eso de las once de la noche, saliendo de casa de mi buen amigo Sebastián Fiorilli, un poeta torrencial, de verbo extenso y altísima voz, de esos que no cansan de leerte la mirada, de esos que apretujan el corazón en la cadencia de su latido y marchan seguros en su compás. De esos que dicen y sienten de verdad lo que dicen: sin las falsedades con que a menudo otros embaucan sus sentimientos... pues bien (¡Qué daño, qué dolor!) tropecé con un bolardo a traición: uno de esos pilotes que levantan lo justo del asfalto para interrumpir el paso de los vehículos y -queda claro- de las personas. Al menos de las personas de metro noventa.

Agradezco aquí a los que, viendo la dantesca imagen de mi masa corpórea braceando en el vacío, cayendo sobre el asfalto peatonal, en vez de huir presos del pasmo o la agitación, corrieron a auxiliarme. Agradezco al portero de la discoteca que me ofreció varios pañuelos de papel para limpiar la herida, a la chica que repartía folletos en el bar, que me la limpió con un poco de hielo y un chorrito de ginebra, a mi buen Fiorilli, que me levantó del suelo junto a tres anónimos camaradas.

¡Pero qué daño, joder!

Me tomé un analgésico y me vendé la herida. Ahora, que acabo de volver de trabajar, vuelve a latirme, a pincharme, a joder. Me acuerdo de la familia al completo de todos los políticos y sus ideas estupendas, sus estaturas mínimas, ¡el bolardo que usan por cabeza!
 

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