Salmo 40
para los que todavía me guardan rencor
determinado a poner en práctica alguno de los ejercicios que propongo en mis clases de poesía decido que sería bueno vivir cerca de un cementerio de automóviles
oh sí un cementerio de automóviles lleno de coches norteamericanos de capós relucientes llenos de dignidad agujeros un puto pato donald un búfalo como mascarón de proa una matrícula muy del norte
también sería bueno sacarles los ojos a las muñecas de porcelana desmembrarlas arrojarlas un poco al fuego y en ese momento en que la piedra casi oscurece sacarlas al frío de una tapia en cualquier fábrica de las afueras
cómo me gustaría volver al hotel esta noche para robar las alfombras rojas de los pasillos para robarles los zapatos a todas las camareras para beber con Edgar Allan Poe un vasito de bourbon con sabor a naranjas
cómo me gustaría cantar antiguas canciones medievales al son de la guimbarda escribir una sinfonía donde hasta el minuto seis sólo sonasen trompas lentas religiosas un buen aparejo señor garcía así la vida nos permitirá jugar al tablón con sus madelmanes cuánto importa un chelín para comprar pan a la vieja de la escalinata oh un chelín es un monumento a la perseverancia señor garcía un chelín ha construido cada lamasería del nepal señor garcía cada puente del sena cada tebeo rescatado de las basuras por un niño que finge ser pobre
cuánto se puede ignorar la sabiduría de los padres en qué rincón de la belleza lloran los padres abandonados la necesidad de matar hormigas y cuánto la sincera delincuencia juvenil de las canciones de amor francesas
yo planté un ciprés guaraní un triciclo de plumas sí corazón una cuna con tres cerdos un bar sin runas las frenopatías de los ijares y una fila de piernas ortopédicas recolectadas en dachau
mientras arrastraban el carro de los muertos el carro gris de los muertos el carro gris de los muertos de disentería yo te estaría rozando la entrepierna con una soga con una mano seca de limpiar pescado con el libro de la justicia con las vendas que ya no sirven en un hospital de sangre
amo la placenta donde las muñecas de porcelana se ríen de las niñas madres amo a los viajeros que regresan desnudos llenos de cicatrices sedientos de un hogar en las montañas amo las alas de los murciélagos que al agitarse suenan a pequeños latigazos amo el arco de un puente desde el que han ahorcado a un soldado desertor
mi nombre se parece al de todos los cuerpos mi nombre ha sido escrito para moldear cobardes mi nombre es una copia de medio vals de Chopin mi nombre ha dado nombre a las escaleras de los hoteles a los dedos de las muñecas de porcelana al fuego que redimirá un día todos los cementerios de automóviles
Jesús Urceloy / noviembre de 2010
Cómo es dónde habita el olvido. Te había llamado para aplaudirlo, el Salmo 40... plas, plas, plas.
ResponderEliminarDios, qué grande.
ResponderEliminarDan ganas de cortarse los huevos y colgarselos de pendientes.
D. T.
Gracias sean dadas mis fermosos Deuteronomios, pero no os paseis dos pueblos que no es para tanto. A ver si de tonto de la tribu me vais a pasar a chamám, que son palabras mayores.
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