Como llevo un tiempo largo sin escribir se me confunden las fechas, y como -al contrario de David Torres, que es mi amigo- no sé de héroes ni tengo mitos, ando más pendiente de naderías y otras prolongaciones que de hechos y facturas, y cuando la pequeña infelicidad de los días me tantea, siento la necesidad de -como O Lobo- hungarizarme en el silencio y el leve dolor.
No respondo emails, no escribo. Me levanto tarde, no escribo. No salgo a pasear, no escribo. Y, lo peor, me acuesto tarde y no escribo.
Ha pasado el tiempo y se me han muerto Paul Naschi y Eric Woolfson. Al primero le conocí en un programa de radio donde nos aterrorizó a todos los presentes y a los oyentes al narrarnos con absoluta normalidad cómo se tenía que hacer para empalar a la turca a un señor o a una señora, que también en esto hay sutiles diferencias, y aún peor, nos dio bibliografía ad hoc. Después le visité unas cuantas veces a su casa, en el barrio de Arguelles, y allí, sentado en un rincón entre miles y miles de recortes periodísticos pude examinar a placer la espada de samurai que le regaló Akira Kurosawa en Nueva York, mientras él me narraba, con su voz pequeña y llena de lamentos su tristeza de autor premiado fuera y olvidado dentro. ¡Cuántas veces hubiera renunciado a recibir un abrazo en Alemania -me decía- por un saludo en España! Su casa era oscura y su piel era blanca. Me prometió un papel de malo malísimo para su próxima película, decía que daba el tipo, y yo salí de su casa y de su vida con esa alegría bien fundada en las cosas que nunca serían pero que acaso podrían ser.
A Eric Woolfson lo más cerca que le tuve fue en un email. Sin embargo le tengo tan reciente que no me atrevo a escribir más, no vaya a ser que el exceso de proximidad me lleve a decir bobadas y a hacer del afecto una mitología. Ya veré.
Por lo demás el bultito que me ha salido en el pecho derecho parece que me da una tregua de tres meses y que va desapareciendo. Como no me gusta eso de ir contando mis penas nada más que a los muy próximos igual va y hay alguien que aún no se ha enterado. Parece que todo va bien, que va disminuyendo, que cada día duele menos. Igual se trataba de una pena de esas que nos salen a los poetas cuando no nos caben en el alma y que se nos ponen por ahí, en uno de esos lugares extraños entre el desconsuelo y el corazón.
Ahora prometo seguir escribiendo más a menudo frases tontas, poemas casi tristes, cuentos sin interés y obscenidades de salón. Poca cosa siempre ese pequeño amor, dolor.
Querido Jesús,soy una de tus alumnas del José Hierro, quizá no me recuerdes, pero extraño tus clases, divertidas,y llenas de novedades y poesía por ti que eres un gran profe.Después no me explico que ocurrió, o si me lo explico por los incordios que rebentaban los momentos hermosos y el ego estupido de otros. Me quedo con tu sutil despedida el día de la Vigilia de San Juan en Junio pasado, (me dedicaste una leve sonrisa y tocaste mi hombro, después desapareciste. Ahora te leo en tus libros y en el blog, y veo que estás un poquito tristón, pero tú como gran poeta que eres tenias que saber que la tristeza es el nombre del velero que nos lleva. Por favor sigue escribiendo esos poemas casi tristes tan hermosos y sal a la calle para que Madrid vea que gran poeta tiene y como pesa su alma y curaté de lo que tienes "entre el desconsuelo y el corazón" ¡Qué hermosura de verso Dios!. Te añoro Besos grandes grandes. Lola Mendoza.
ResponderEliminarJesús perdona los despistes y faltas que he cometido por mi " mala cabeza " y las prisas de siempre. Más Besos.
ResponderEliminarMe sumo al clamor de lola. Y no, no sabía de tu bultito del pecho. Deseo fervientemente que se te pase.
ResponderEliminarUn abrazo.
pdro
Yo me enteré de su bultito por medio de Wolf, y me entraron muchas ganas de hacerle una llamadita al móvil, D. Jesús, pero pensé que a lo mejor no le haría ninguna gracia...
ResponderEliminarMe alegra que ese asunto vaya a mejor. Y que no salga Vd. a pasear, mi querido profesor, me parece "mu mal"!. A ver si un día puedo y le llevo unos bomboncitos a su excelencia y a D. Antoine -golosos, que sois unos golosos-, y que les echo mucho de menos, joé!.
Un fuerte abrazo.
pd.: Seguís estando los miércoles en el mismo sitio y a la misma hora??