14. Los que lloran
A los que dudan
LA MUJER
Vestida con sólo un camisón, sentada en el suelo, cara a cara contra el público. A su lado tres cintas de satén negro.
Atándose los tobillos con una de las cintas.
LA MUJER: A menudo estas cosas son así.
Con otra de las cintas anuda sus muñecas.
LA MUJER: Esta parte es algo complicada, todo es acostumbrarse.
Con la tercera de las cintas se venda los ojos.
LA MUJER: Y esta es más fácil de lo que parece.
Se tiende en el suelo boca arriba intentando cogerse con las manos los tobillos. Cuando lo consigue, dice, entre risas:
LA MUJER: ¿Hay todavía alguien ahí?
Se alternan periodos de oscuridad y claridad intermitentes, no demasiado rápidos, mientras la mujer, con lentitud, realiza el acto de desatarse. Al final, en pie, lanza las cintas al patio de butacas.
LA MUJER: Es todo tan sencillo.
Una pena inmensa se adueña de la mujer, que llora. Del techo surge una cuerda. La mujer tira de ella y se apaga la luz.
A los que dudan
LA MUJER
Vestida con sólo un camisón, sentada en el suelo, cara a cara contra el público. A su lado tres cintas de satén negro.
Atándose los tobillos con una de las cintas.
LA MUJER: A menudo estas cosas son así.
Con otra de las cintas anuda sus muñecas.
LA MUJER: Esta parte es algo complicada, todo es acostumbrarse.
Con la tercera de las cintas se venda los ojos.
LA MUJER: Y esta es más fácil de lo que parece.
Se tiende en el suelo boca arriba intentando cogerse con las manos los tobillos. Cuando lo consigue, dice, entre risas:
LA MUJER: ¿Hay todavía alguien ahí?
Se alternan periodos de oscuridad y claridad intermitentes, no demasiado rápidos, mientras la mujer, con lentitud, realiza el acto de desatarse. Al final, en pie, lanza las cintas al patio de butacas.
LA MUJER: Es todo tan sencillo.
Una pena inmensa se adueña de la mujer, que llora. Del techo surge una cuerda. La mujer tira de ella y se apaga la luz.
Me encanta...
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