Llamó el amo al esclavo y le dijo:
- Eres libre. La República está en crisis y en breve seré tan pobre como tú. Cuando eso ocurra habré de morir por mi propia mano. Ve y recoge tus cosas mientras escribo la carta de tu libertad.
El esclavo entonces dijo:
- No hagáis tal cosa, señor. Dejadme vuestro lugar y ocupad vos el mío. Veréis cómo en breve plazo sabré resolver a gusto ese problema.
Acordó el amo en todo, y nada más verse el nuevo amo en su nueva posición ordenó desnudar al que fue amo, atarle a un árbol y azotarle hasta dejarle casi muerto. Luego mandó arrasar campos y casas y malvendió enseres y esclavos. Cuando partía para la ciudad se cruzó con su antiguo amo, que aún respiraba, y tas escupirle en la cara, le dijo:
- No sufráis por mí.
Y sin mirar atrás ni una sola vez cabalgó hasta no ser más que un punto en la lejanía.
Bravo, maestro. Le auguro un proyecto, como aquel teatro hiperbreve que duerme el sueño de los justos.
ResponderEliminarD. T.