lunes, 26 de abril de 2010

1 Algunos poemas casi tristes 18

La biblioteca amada


para Marisol

A veces, al buscarte entre los libros
que pueblan esta casa, no te encuentro:
miro entre los estantes una vez
y otra más. Un millón. Hasta me aburro

de mi torpe memoria. Desde el lado
misterioso y sensual de aquel espejo
que hay junto a la entrada, veo a un tipo
igual que yo, que se sonríe. Él guarda

el secreto rincón donde te esconde
de mi búsqueda loca y sin objeto.
Sin embargo sucede que unos días
después llegas a casa, y cuando busco

ya estás aquí. Rebosa cada cuarto
con tu sonrisa abierta, y el sujeto
ese que vive al otro lado pone
cara de circuntancias si le miro.

(Pero es buena persona, me recuerda
alguien que ya conozco vagamente.
Tendré que investigarlo). Tú me llamas
desde un estante, y en silencio indago

el lugar de tu voz. Te veo. Caminan
mis manos por tu piel, abro tus páginas
y me sumerjo en ti. Y cada lunes
finjo que te has marchado y no te encuentro.

urceloy / 2010

miércoles, 21 de abril de 2010

0 Antología personal 6

Me comunican hoy que este viernes noche, Día del libro, se va a conmemorar la figura y la obra de Góngora en el Ateneo de Madrid. Igual me paso, porque a mi Don Luis, que de joven me caía como un plomo ahora resulta que me parece de lo más simpático. Es como el latín, que cuando te obligan a estudiarlo lo aborreces y cuando ya nadie te va a examinar de Salustio, te encanta. Al menos a mi y a unos cuantos que conozco les pasa parecido. Don Luis de Góngora y Argote es un poeta grande y genial y tiene un humor muy fino, hoy diríamos que muy inglés, por eso cuando se le compara con Quevedo hace reír menos: porque Don Francisco es más de pedrada en la boca, es más a la española. Como soy uno de esos pocos poetas que reivindican el humor, el buen humor, en la poesía y lo digo en voz alta, quiero traer a estas páginas uno de esos magníficos sonetos del poeta cordobés, que mezcla risa, sonrisa, buen hacer, su poco de humildad y su mucho de hondura y que nos hace sentir que tras el chiste también va la inteligencia. Es un magnífico poema para estos días de crisis.

Ah, y tengan cuidado al leerle, que algunos acentos van cambiados.


Luis de Góngora y Argote
En la partida del Conde de Lemos y del Duque de Feria a Nápoles y Francia

El conde, mi señor, se fue a Napoles;
el duque, mi señor, se fue a Francía;
príncipes, buen viaje, que este día
pesadumbre daré a unos caracoles.

Como sobran tan doctos españoles
a ninguno ofrecí la Musa mía;
a un pobre albergue, sí, de Andalucía
que ha resistido a grandes, digo Soles.

Con pocos libros libres (libres digo
de expurgaciones) paso y me paseo,
ya que el tiempo me pasa como higo.

No espero en mi verdad lo que no creo;
espero en mi conciencia lo que digo,
mi salvación, que es lo que más deseo.

domingo, 18 de abril de 2010

3 Algunos poemas casi tristes 17

Este poema apareció publicado hace poco en la página web Los proscritos. Ha sufrido desde entonces algunas correcciones: el títúlo, algún topónimo, un cambio en las preposiciones y finalmente una sutil disposición versal. Los poetas, que somos así de puntillosos. Como es un poema casi triste, aquí esta su sitio.


Locus amoenus

Villa de San Segundo, Salvatierra,
León, Santurce, Santander, Logroño,
Fresno de Formigal, Vendrell, Gijón,
Criptana, Tomelloso, Azir, Sevilla,

Cadalso de los Vidrios, Eugui, Soto
de Sajambre, Las Hurdes, Fuentebuena,
Béjar, Ávila, Burgos, Amavida,
Hervás, La Luz, Motril, Carrión, Mortoares,

Santibañez de Tormes, Robrigordo,
Puerto de Santa Cruz, Yepes, Castuera,
Zaragoza, Real de San Andrés,
Calatorao, Calatayud, Arnedo,

Faro, Ayamonte, Onís, Vega del Segre,
Machocano, Getafe, Salvadiós,
y más al norte Noientendelsau,
München, Ansbach, Ginebra, Passau, Freissing,

Markóbendorff, Dachau, Inssbruk, y muchas
donde lloré, reí, canté, hice el tonto,
amé… Pero de todas hoy me quedo
(qué inútil la nobleza de los sitios)

con la esquina de Algodre con Alfaro,
Carabanchel, Madrid, 12 de Julio
y la pedrada que me dio Manolo
en milnovecientossetentaydós.


urceloy, 2010

domingo, 11 de abril de 2010

0 Algunos poemas casi tristes 16

El siguiente poema apareció publicado en mi libro "El libro de los Salmos" allá por 1997. Por entonces, influido por e. e. cummings y otros autores, no le puse puntuación. La variante con el que ahora transcribo es que le he puesto las comas, los puntos, etc.


Salmo 18 (Los libros)


Se sabe de los libros,
cuando la tarde es breve y la luz pasa
vertical, que se leen con dulzura
como si de un tratado,
una alianza de paz, un beso inoportuno
fueran: mano y libro un hombre
y otro hombre que nos mira, al que miramos.

Se dice que responden
a una llamada ingenua o imperiosa,
que gustan con el trato, pero
no agitan las palabras, ni se ponen
a brincar al sonido de las llaves
en la puerta: que de vez en vez
abandonan la casa para nunca
más, en los brazos de otros hombres,
que no alborotan, que no son, que nunca sufren.

Hay manos en las noches,
como cortinas y encajes de un sexo
distraído, que buscan en sus páginas
restos de algún adiós: se sabe
de los libros que se dejan
besar, tocar, amar como los cuerpos,
que son cuerpos -me dicen- de otros hombres,
que definen su sexo según sea
el lector y la historia y su contorno.

Me digo que no sé qué son los libros:
hablo para mi muerte y mis amigos
muertos: pido al viejo
hacedor de las cosas
el milagro de vernos reunidos
otra vez: en un carro,
en una cripta, en un baúl, en una hoguera.

Que una mano inexperta o imperiosa
nos pida la palabra, y así hagamos
un nuevo contertulio: nos describa
su rostro y le miremos y nos lea.



Jesús Urceloy

sábado, 10 de abril de 2010

2 Antología personal 5

Se atreve Salinas. a raíz de su edición de la poesía de San Juan de la Cruz, (véase al respecto la magnífica edición que ha sacado recientemente Cátedra en tres nutridos tomos de la completa de don Pedro) a decir que no hubo ni habrá poeta en español -y en el saco se incluye con finísima ironía y humildad- que haya cantado al amor como nuestro místico por excelencia. Es más, llega a decir que hubiera dado toda su obra a cambio no de haber escrito el maravilloso poema que hoy recojo en esta pobre antología, La noche obscura, sino sólo la quinta lira, en cuyo trazado y contenido, halla el momento de mayor intensidad amorosa de nuestra literatura. No voy a discutirle yo, a estas alturas, a don Pedro tales afirmaciones, que ya le valieron el sabroso comentario del de Iria-Flavia cuando sospechaba producto de "ciertos arrebatos americanos, algo de imprudencia y mucho insomnio", pero tampoco quitarle un ápice de su dolorido sentir, en el que desde hace ya un tiempo, también quiero incluírme. A mi esta Noche obscura del alma me parece tan hermosa, tan intensa y tan única como a Salinas, y no sé que hubiera dado no por escribirla, sino por haberla soñado.

Juan de la Cruz
La noche oscura

Canciones del alma que se goza de haber llegado al alto estado de la perfección, que es la unión con Dios, por el camino de la negación espiritual.

En una noche oscura,
con ansias en amores inflamada,
(¡oh dichosa ventura!)
salí sin ser notada,
estando ya mi casa sosegada.

A oscuras y segura,
por la secreta escala disfrazada,
(¡oh dichosa ventura!)
a oscuras y en celada,
estando ya mi casa sosegada.

En la noche dichosa,
en secreto, que nadie me veía,
ni yo miraba cosa,
sin otra luz ni guía
sino la que en el corazón ardía.

Aquésta me guïaba
más cierta que la luz del mediodía,
adonde me esperaba
quien yo bien me sabía,
en parte donde nadie parecía.

¡Oh noche que guiaste!,
¡oh noche amable más que el alborada!,
¡oh noche que juntaste
amado con amada,
amada en el amado transformada!

En mi pecho florido,
que entero para él solo se guardaba,
allí quedó dormido,
y yo le regalaba,
y el ventalle de cedros aire daba.

El aire de la almena,
cuando yo sus cabellos esparcía,
con su mano serena
en mi cuello hería,
y todos mis sentidos suspendía.

Quedéme y olvidéme,
el rostro recliné sobre el amado,
cesó todo, y dejéme,
dejando mi cuidado
entre las azucenas olvidado.

miércoles, 7 de abril de 2010

1 Antología personal 4

En la sana razón de esta antología y haciendo revisión de papeles he encontrado este poema de Vicent Terrida, que fue alumno mío por los años en que fui profe en la universidad, e inseparable amigo entonces de Antonio Rómar, con quien no sólo compartía pupitre, sino juegas y buenas lecturas. Como el contacto nunca se rompió le he pedido permiso para publicarlo, y aunque me dice que está ahora mismo preparando su primer libro y hasta ahora no ha querido adelantar nada de él, le parece esta ocasión excelente, lo que honra mi pobre página. También me dice que publique esta versión, que está corregida sobre el original que tengo, y que me parece excelente. Gracias, Vicent, y a ver si un día de estos te atreves a dejar por unas horas esa Valencia que tanto amas y de la que nunca sales, y te vienes a Madrid, con ese corazón tan tuyo y lleno de abrazos.

Vicent Terrida

Arturo razona sobre un tema anónimo oriental


No confundas, jinete, el galopar del caballo

con los latidos de tu corazón”

Anónimo


Acusado por ciertos caballeros

de alguna negligencia, de asistir

poco a las justas, de no renovar

las leyes en la Tabla, repetirme

en los discursos, y lo que es peor,

con los mismos ejemplos, o contar

los mismos chistes en todas las fiestas,

de no promocionar en otros reinos

la cortesía de los esforzados

o la destreza de los más valientes,

según me dicen hacen los monarcas

de allende mis fronteras, que he llegado

al extremo impensable de pedir

perdón por cada vaso que se rompe,

según algunas damas llorar mucho

y asumir como propia mi vergüenza,

convicto y desarmado compadezco

ante este tribunal. Y por primera

vez en mi vida me declaro triste,

torpe, inservible, inútil e inocente.

En mi descargo añadiré ante aquellos

que me juzgan ahora, la alegría,

la humildad y la fama y el amor,

que Camelot honró bajo mi nombre.

Y que muy lejos

de aceptar veredictos me pronuncio

en rebeldía y ser

exactamente igual, hora tras hora,

a como he sido siempre. A fin de cuentas

estas voces deudoras con el tiempo

tienden a enmascararse en el olvido.

Aunque sus versos se confundan hoy

con los latidos de mi corazón.

 

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